Insomnio
¿Por qué me cuesta dormir
si todavía tengo mis sueños?
¿Te cansaste, corazón, de sentir
que podíamos vivir en ellos?
Todo está normal.
¿Por qué ahora?
¿Por qué hoy?
Llevamos un rato igual.
¿No te gustó así?
¿Demasiadas emociones?
¡Qué egoísmo el tuyo!
Yo no estoy aquí
para darte razones
ni atender tu orgullo.
Y sigo divagando sin dormir,
pensando en cuánto te consentí:
Te perdoné por usarme a tu favor;
por empujarme sin previa meditación.
Te creí cuando me juraste buenas intenciones,
mientras variabas día y noche de emociones.
Terminaste triste y fui paciente;
te dejé hacerte el inocente;
y, cuando vi que no podías,
le pedí ayuda a la mente,
que tan buen trabajo hacía,
siempre tan convincente,
que aparentaba armonía
con tu tristeza inerte.
Pensé haberte sanado,
con mi victoria desabrida,
en este cuerpo desgastado
que limpió tus heridas.
Pero sigues descansando,
latiendo de noche y día,
permaneciendo cerrado,
y privándome de tu guía;
librado de tu función
de darle a mi vida razón.
Pues todavía te arrepientes
de no haber sido prudente,
viviendo en el pasado
que construiste negligente.
Ven, y no temas más ser atrevido,
pues conozco tu naturaleza,
capaz de dar a la vida sentido,
o deshacerla con tristezas.
Déjame dormir, te pido,
acompañado de tu inocencia,
que, si bien me ha herido,
al perderle el sabor al dolor,
prefiero la consciencia,
si de ella nacerá el amor.