Nuestro Lugar
Podría jurar haberte visto
asomándote, haciéndote la inocente
con tu ceguera y la mía,
entre tanto tiempo malgastado,
entre palabras cortas y mal direccionadas,
y silencios largos, casi permanentes,
queriendo prever
dónde podrías caber,
cómo podrías entrar,
qué hacer para permanecer
y ser tan nuestra, tan atinada mujer.
¿Que es cosa del azar, dices, mera coincidencia
que al entrar no hicieras ningún ruido,
que de tu estancia no me diera cuenta,
hasta caer ante tus rarezas perdido,
confundido, descansado,
con tanto miedo de doblegarme
y encontrarte sentido conmigo,
con esta obsoleta dolencia?
¿Cómo explicar, entonces,
que en este espacio cupieras a la medida,
si entre él y tu cuerpo ni para aroma de otra hay cabida,
si tu mente ya conocía el lenguaje de la mía,
y nuestros corazones palpitan con un mismo pulso,
con una misma melodía?
No sé ni me querrás decir
cómo rayos lo hiciste.
Pero si ya entraste, quédate,
no me hagas insistir.
Si por ti estoy así,
Porque tú quisiste.
Quédate en este espacio tuyo
de puerta estrecha y paredes flexibles.
Porque por ti lo construí,
y para tu comodidad estará,
siempre que me aceptes esta necedad
de quedarnos acogidos aquí,
y hoy y siempre llamarlo “nuestro lugar“.